1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre,
se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no
hecha por mano humana, que está en los cielos.
2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser
revestidos de nuestra habitación celeste,
3 si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.
4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que
queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal
sea absorbido por la vida.
5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras
el Espíritu.
6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras
habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor,